jueves, 10 de febrero de 2011

Para los que les guste el reclamo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Relato ganador concurso federcaza!!!!!!!!

A Francisco Castro Crespo, compañero en el campo y amigo en el alma.
 ¡ Coño Paco, avisa!.
          El frenazo casi en seco y el giro a la izquierda para entrar en el carril del cortijillo “Amores” me habían cogido totalmente desprevenido y el golpe  contra la ventanilla del Nissan había sido de los que hacen historia. Todavía con la mano en la cabeza, ví como Paco saltó del coche y se detuvo señalando hacia las olivas de la izquierda :
              - ¡ Míralos! , ¡ Mis nietos !
Hasta ese momento la salud mental de mi amigo Paco Castro no me había  preocupado lo mas mínimo, pero sospeché que las cosas podían cambiar en cualquier momento. Paco tenía hijas, pero ninguna había sido madre y desde luego danzando por medio de las olivas no iban a estar los vástagos. Me situé junto a él y miré en la dirección que me señalaba. Uno, dos, tres, cuatro... hasta dieciocho pollos de perdiz del tamaño de una totovía, se separaban lentamente de nosotros dirigidos por sus padres que nos observaban inquietos al tiempo que dirigían los pasos de su prole. La sonrisa de Paco, con los brazos cruzados sobre el pecho observando el espectáculo de aquel grupo de perdices no me parecía del todo raro, porque siempre que sorprendíamos un bando nuevo era motivo de celebración, pero lo otro... sin esperar más pregunté:
   -  ¿ Tus... Nietos? .
            -     Sí hombre sí, mis nietos. El último día de cuco del año pasado colgué aquí a Jabalquinteño; el pájaro dió una tarde de las de acordarse “toa la vida” pero una jodía hembrilla lo tuvo a mal traer “parriba y pabajo” sin entrar en plaza a pesar de las maravillas que el pájaro le decía. Cuando me salí del puesto, sin haber conseguido tirar, mi pájaro haciendo gala de sus buenas maneras me recibió dando de pie con un arte que  le dije: A esa no le hemos “tirao” pero tu te la “pisas” que te lo mereces. Y sin darme tiempo para pensarlo, le abrí la puerta de la jaula y salió como un miura en busca de la Pepa y de su merecida libertad. Y  ¡ Ahí lo tienes! más chulo que “El Punteras”, paseando con la familia.
            Paco se reía a mandíbula batiente  mientras yo disfrutaba viendo las evoluciones de “su familia”.
          
            Ocho meses después, nos dirigíamos al cazadero a punto de finalizar una temporada de las de “mejor olvidar” . El celo había sido desastroso, la ausencia de lluvia, las altas temperaturas durante el día y las continuas heladas por la noche, nos habían traído una temporada de cuco, donde los pájaros de la jaula se habían destrozado intentando “meter al campo”  que permanecía inalterable y en bando. A pesar de todo, cada fin de semana continuábamos imperturbables e indolentes con una afición que ya más que mantenerla la arrastrábamos. Un puesto detrás de otro pasando berrinches sin más ilusión que tropezar con un pájaro encelado, y -en lugar de eso- solo escuchar  otros pájaros de compañeros que habían hecho el puesto a distancia sobrada pero con buena oida por mor del aire. Cada puesto levantado era una promesa de no hacer el siguiente. Promesa indefectiblemente rota por una afición que quien no la siente es incapaz de comprender. Así, un día más, armados de una esperanza inquebrantable, afrontábamos las primeras horas del Domingo. Yo llevaba al Algarín, un gran pájaro de tercer celo , al que no le tiré varios días porque aunque “ los había metido en plaza” habían entrado con tal desgana y tan poco ánimo de pelea que no creí oportuno finalizar la suerte.
             Entré por el carril del cortijillo “Amores”,donde había visto un par dos o tres días antes y me detuve junto a las olivas chicas a esperar a Paco, que nada mas llegar se bajó del coche y espetó:
          -     Yo aquí no me pongo.
          -     ¿Y eso?
          -    Joder no te acuerdas lo que te conté este verano. Aquí solté al Jabalquinteño.
          -     Pues es verdad,... no me acordaba... pero tampoco va dar la coincidencia...
          -    ¡Ea!        Pues te pones tú si quieres, que yo me voy a la Verea las Mulas. A las doce y media nos vemos aquí mismo ¡ Suerte!.
        Tampoco me parecía tan dramático no acordarme del tema de la liberación del pájaro, pero el caso es que Paco se fue un poco chamuscado.  Sin darle más importancia al asunto, me puse a hacer el puesto aprovechando la poda de las olivas para disimular el portatil y preparé un repostero de auténtico lujo para comodidad y lucimiento del Algarín. Mientras preparaba  todo,  dejé al pájaro en el trigo que empezaba a nacer, con la sayuela medio levantada para que picara a sus anchas. La mañana parecía diseñada para un día de cuco, el sol lucía tímidamente entre  unas nubecillas rasgadas, apenas corría el aire y por fin los aceituneros estaban alejados de la zona por lo que no se escuchaban ni sopladoras, ni voces ni ruidos que pudieran entorpecer el feliz desarrollo de la jornada.
          Coloqué al pájaro en el repostero, le hice un par de pitas con los dedos y salí andando rápido hacia el puesto , porque el Algarín no daba mucho tiempo antes de salir. Apenas  tuve tiempo de  cerrar la cremallera cuando el pájaro salió por alto con cuatro reclamos de los de levantar las piedras, tanteó el terreno y se detuvo a escuchar - no puedo evitarlo los primeros reclamos me hacen sentir el corazón con más fuerza-. A menos de cien metros se escuchó un reclamo alto, poderoso, casi espectacular que me hizo erizar el vello, ese timbre de voz no me resultaba desconocido, no quería ni pensarlo; el Algarín empezó un cuchichío desafiante y otra vez de mayor ¡ había pelea! . De nuevo el campo, mucho más cerca, primero por alto, a continuación dando de pié. Ya estaba seguro, esa forma tan particular de dar de pié la había escuchado muchas veces en el repostero y en casa de Paco, al salir a solearlos ... Era él. El Jabalquinteño estaba a punto de entrar en plaza respondiendo con fiereza a los desafíos de mi pájaro. ¡ joder que faena! Esto no me podía estar pasando a mí, quizás no fuera él, posiblemente me habría influido el comentario de Paco, busqué los prismáticos con precipitación en el morral y los ajusté al pie del repostero. Algarín ya estaba recibiendo de pluma , él ya lo había visto .Yo no quería ni verlo. Los dos pájaros estaban enzarzados en una de las mejores peleas que he presenciado, el de la jaula desarrollaba todo un repertorio de desafíos, pitas , piñoneos, cuchichíos y el  de  abajo  con  galleos de pluma arrastrando las alas no le iba a la zaga.
¡ Madre mía!, era el Jabalquinteño sin lugar a dudas, la anilla roja en la pata derecha aclaraba cualquier duda que pudiera quedarme, los prismáticos terminaron de delatar la realidad que yo no quería creer . No podía tirar a un pájaro que conocía y menos siendo de Paco. ¡Que idiotez! ¡ Ahora  con sentimentalismos! Pues así es el cuco ahora que había  pelea era el momento de disparar, de no hacerlo podía estropear a mi pájaro, al que ya le había dejado sin tirar varios ejemplares por falta de celo ; Pero al Jabalquinteño ... ¿Cómo le tiraba?, ¡No era una perdiz! Era  “él”; Joder lo conocía desde pollo, flacucho y desgarbado- lo mismito que ahora- ¡que ejemplar!.¿Quién le pega un tiro a un conocido? Vaya mierda de cuco, de celo, de caza y de... me estaba mirando, mirando al puesto daba de pié y tiraba las alas al suelo, sabía que estaba allí y me desafiaba ,lo veía mirarme y estaba convencido que él veía mis ojos, mi pájaro daba en loco, ¡¿pero que disparate estaba haciendo?!, no podía seguir pensándolo, era el momento decisivo , ahora que estaba dando el costado y miraba de nuevo al de la jaula ... El frío de la culata me resultó desagradable en la cara, situé los puntos, el dedo índice rozó apenas el gatillo, la sangre golpeaba con fuerza en mis sienes ... Pegué un salto me puse en pie y casi grité :
                   -¡Que te vayas coño, que te vayas!.
Durante un eterno segundo los dos pájaros con las cabezas que se les salían del pescuezo me miraron fijamente, a continuación el Jabalquinteño desapareció de la escena. Yo estaba asomado al puesto con la mano derecha extendida como un cantaor de saetas. Bajé la mano despacio, abrí la escopeta y con la sayuela en la mano me fuí hacia el repostero hablándole al pájaro:
                    -A ti tampoco te hubiera gustado, Algarín lo tienes que entender no podía tirarle , era casi un amigo, si os hemos llevado a solearos juntos, si seguro que lo has conocido tu también...me cago en la hora... pero bueno ahora te suelto en el patio y ración extra de berros para que se te pase el cabreo , ¡sabe Dios si volverás a cantar!

                 El polvo que levantaba el coche de Paco bajando por la cuesta de la Verea de las Mulas me hizo levantar la cara , esperé su llegada, se bajó del coche serio como se había ido y preguntó:
              -¿Qué?
              - Na, no hay celo
              - Como no llueva... leches.
              - Vamos a tomar algo a Casa de Emilio y te cuento una cosilla.
              - ¡Vamos!.

1 comentario:

  1. Aunque entienda poco, o mejor dicho, nada sobre el reclamo y todo lo q conlleva...me ha encantado el relato!

    Ahora comprendo pq cierta persona me hablaba con tanta pasión sobre su perdigón y lo q sentía cuando iba a cazar al puesto.Ya veo más normal el "vicio" q teneis por esta modalidad de caza...yo tb lo tendria!!

    Un abrazo para los q me conozcan!!

    Alberto M.

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