jueves, 29 de abril de 2010

¿Hay un perro 10 para la caza?

¿Somos demasiado exigentes, inconformistas tal vez? En algunos casos seguro que sí, aunque de forma generalizada donde nos equivocamos es en no valorar adecuadamente a nuestros perros, y con ello ni facilitamos su crecimiento en cuanto a rendimiento, ni trabajamos lo suficiente para que su verdadero potencial aflore como debe. Por ello lanzamos una pregunta en estos meses de tregua cinegética donde podemos volcarnos más con nuestros perros de caza, ¿por qué los infravaloramos?

Poco tiempo, falta de conocimientos adecuados, demasiados factores que hacen de“ladrones de tiempo” en nuestro día a día, apatía tal vez..., el cazador del siglo XXI tiene muchos problemas para trabajar lo suficiente con sus perros, por eso -precisamente ahora que tenemos seguramente un nivel de selección imposible hace décadas...- tenemos “peores” perros que antes.

Hasta aquí muchos estarán de acuerdo, alguien sumaría a estos motivos que no podemos campear con la libertad de hace años y que no hay tanta caza, vale, se admiten ambas; pero si seguimos así, anclados en los motivos y no impulsamos soluciones, ¿alguien va a venir a solucionarnos el problema? ¿Acaso la apatía y la falta de impulso van a favorecernos?

Muchos cazadores tienen perros a los que valoran muy por debajo de lo que realmente llevan dentro, de lo que valen, muchos nos quedamos en los aspectos primarios de su trabajo contentándonos con un lastimoso “al menos me sirven para salir al campo”, cuando lo que de verdad deberíamos impulsar es el potencial y llegar a ese nivel en el que el perro ya despunta y su calidad de trabajo sobresale por encima de la media.
Nos conformamos con poco cuando en realidad podríamos tener y disfrutar de mucho más, tanto nosotros como nuestros perros cazaríamos mucho más alegres y distendidos, centrándose cada uno en el trabajo que debe liderar para sacar partido a cada jornada de caza, así llueva, haga frío o calor, o las piezas estén más asequibles o esquivas.
Por ello, aquí van cinco casos típicos y muy habituales en nuestras cuadrillas, cinco ejemplos de perros encasillados que parecen limitados o incompetentes, poco capaces de “hacer algo más”; analizando con mayor profundidad nuestro caso tal vez nos sirvan para darnos cuenta de que a veces somos nosotros los que enfocamos mal el trabajo del perro y lo lastramos en exceso, evitando con ello que llegue a su nivel óptimo de rendimiento en el campo.
EL PERRO QUE “CAZURREA”

Éste es el caso típico y muy extendido en el que el perro acompaña al cazador por el campo; a veces sale cazando un rato, otras directamente “hila” y se dedica a avanzar por delante, otras busca la vereda cuando debería estar removiendo el monte bajo, y de vez en cuando se pone detrás, como contemplando el cazadero detrás de nuestros pasos, en lugar de estar rabeando de acá para allá en busca de las emanaciones...
Se dice de él que “cazurrea”, cuando en realidad no llega siquiera a eso, pasea por el cazadero, viene con nosotros de caza, eso tal vez, pero cazar, o medio llegar a ello, nada de nada. ¿Culpables de esto? ¿El perro? ¿El cazador? No es momento de culpas, estamos en fechas de reaccionar para reconducir su trabajo de cara a la próxima temporada, pero casi todos estos perros adolecen de una falta de vocación por la caza, seguida de muy poca dedicación de su dueño en las fases clave de iniciación y afianzamiento del trabajo de búsqueda, y a la par, a muchos de estos perros se le ha matado muy poca caza.


Federcaza